“No poseemos una teoría predictiva que combine los dos pilares de la física moderna: la mecánica cuántica y la gravedad. Pero una civilización más avanzada podría haber logrado esta hazaña y dominado la tecnología de creación de universos bebés”, expone el prestigioso astrofísico, Abraham Loeb, en una columna de opinión publicada en Scientific American.
Abraham Loeb ha lanzado varias hipótesis controversiales sobre extraterrestres, al parecer con el fin de impulsar el concepto de “modestia cósmica”, el cual induce al pensamiento a considerar la arrogancia de suponer que estamos solos en el universo.
La elevada posición de Loeb dentro del gremio de científicos es lo que causa tanto revuelo en los medios de comunicación siempre que una de sus “singulares” hipótesis son expuestas al público.
Loeb es un científico que ha dado clases por tres décadas en las universidades top de Estados Unidos y la revista Time lo consideró en 2012 como una de las 25 personas más influyentes en las ciencias espaciales.
En su reciente y fascinante esbozo conceptual sobre la creación del universo que habitamos, pone en tela de juicio nuestro avance tecnológico, del que tanto se sienten orgullosos muchos científicos que elevan su ego más allá de las estrellas.
“Nuestro universo fue creado en el laboratorio de una civilización tecnológica avanzada. (...) Con esta perspectiva, el nivel tecnológico de las civilizaciones no debe medirse por la cantidad de poder que aprovechan, como lo sugiere la escala prevista en 1964 por Nikolai Kardashev. En cambio, debe medirse por la capacidad de una civilización para reproducir las condiciones astrofísicas que llevaron a su existencia.
A partir de ahora, somos una civilización tecnológica de bajo nivel, clasificada de clase C en la escala cósmica, ya que no podemos recrear ni siquiera las condiciones habitables en nuestro planeta para cuando el sol muera.
Peor aún, podemos ser etiquetados como clase D ya que estamos destruyendo descuidadamente el hábitat natural en la Tierra a través del cambio climático, impulsado por nuestras tecnologías. Una civilización de clase B podría ajustar las condiciones en su entorno inmediato para ser independiente de su estrella anfitriona.
Una civilización clasificada como clase A podría recrear las condiciones cósmicas que dieron lugar a su existencia, a saber, producir un universo bebé en un laboratorio.
La posibilidad de que nuestra civilización no sea particularmente inteligente no debería tomarnos por sorpresa. Cuando les digo a los estudiantes de la Universidad de Harvard que la mitad de ellos están por debajo de la mediana de su clase, se molestan.
Debemos permitirnos mirar humildemente a través de nuevos telescopios. (...) De lo contrario, nuestro viaje del ego puede no terminar bien, de manera similar a la experiencia de los dinosaurios, que dominaron la Tierra hasta que un objeto del espacio empañó su ilusión." Concluyó Loeb en Scientific American.
ANTECEDENTES
Según Loeb, restos de una nave extraterrestre fue observada en 2017
El 19 de Octubre de 2017 el astrónomo canadiense Robert Weryk detectó, a través del telescopio Pan-STARRS, un objeto extraño cuya órbita era demasiado excéntrica y su velocidad demasiado elevada como para ser un objeto originario del Sistema Solar.
Para la mayoría de la comunidad científica “Oumuamua”, como fue llamado el objeto no identificado, y que en hawaiano quiere decir “primer mensajero distante”, puede ser un cometa, o un asteroide, o cualquier otra cosa menos lo que afirma Loeb, quien sostiene que se trata de un objeto artificial: “el objeto era una pieza de tecnología avanzada creada por una civilización alienígena distante”, asegura en su libro: Extraterrestrial: The First Sign of Intelligent Life Beyond Earth.
Las afirmaciones de Loeb no son producto de una imaginación calenturienta como muchos pensarían, o al menos va más allá de las suposiciones que haría cualquier persona que no tenga sus conocimientos astrofísicos, ya que ha realizado múltiples cálculos para fundamentar sus hipótesis.
Lo cierto es que cuatro años después de la aparición de Oumuamua, ningún científico ha logrado demostrar que realmente era un objeto “natural”, solo nos quedan numerosas incógnitas, entre ellas la extraña aceleración que se podía observar en el objeto dentro de una órbita extraña sin dejar rastro de gas o escombros, indicios que le sirvieron a Loeb para demostrar que no se trataba de un asteroide, como muchos de sus compañeros de la comunidad científica creían.
¿Loeb es solo marketing?
Abraham Loeb, o Avi como le dicen sus amigos, creció en un pueblo israelí y, según cuenta en su biografía realizada por la Universidad de Harvard, cuando era niño solía sentarse en las colinas de su pueblo y leer libros de filosofía imaginando un Universo muy grande.
El polémico científico asegura que es consciente de sus afirmaciones y que no teme que le causen problemas: "Lo peor que me puede pasar es que me liberen de mis tareas administrativas, y eso me dará aún más tiempo para centrarme en la ciencia".
El investigador, que ha sido acusado de ser "sensacionalista" con el fin de vender sus libros, asegura que “todos los títulos que tengo, puedo devolverlos. De hecho, puedo volver a la granja donde crecí”. De acuerdo con declaraciones expuestas en el medio de comunicación La Prensa Gráfica.