El último Premio Nobel, Peter Handke, escribió un libro sobre el cansancio radicado en nuestra cercana localidad de Linares: Ensayo sobre el cansancio. En uno de sus primeros capítulos, Pandemia también señala que vivimos en una sociedad del cansancio, derivado de que nos autoexplotamos, a que somos, en una pirueta reflexiva de la explotación, explotadores y explotados al mismo tiempo en una lucha por el logro. Pandemia lo toma del ensayo La sociedad del cansancio, del surcoreano Byung-Chul Han; pero no del escritor austriaco. Todo un guiño en manos del autor de Pandemia.
Pandemia es la publicación acelerada de Slavoj Žižek sobre lo que nos está pasando. Un ensayo que intenta captar lo que nos ocurre, en el momento que nos está ocurriendo. Un reto de reflexión y producción acelerada. Tal vez solo accesible al talento y personalidad de nuestro intelectual global de origen esloveno. Más iconofílico que iconoclasta, aunque siempre con una bala de mala leche en el revólver de este incansable pensador.
Žižek es un amante de las imágenes. Lo ha venido demostrando con la constante presencia del cine en sus ensayos. Incluso tiene en su haber un interesante documental en el que analiza, desde un marco psicoanalista, buena parte de las mejores escenas del cine occidental. En este libro, cede varias veces a referencias fílmicas, desde Tarantino a La vida es bella, pasando por series de distopías catastróficas.
En Pandemia, Žižek se propone dar una imagen de la crisis del coronavirus a partir de un puzzle de imágenes. Imágenes como la de Putogan, o la síntesis interesada de Erdogan y Putin atacando a una débil Europa, mientras siegan miles de vidas de refugiados. Vuelta a la imagen Baudrillard-Matrix en el capítulo “Bienvenidos al desierto de lo viral”, donde el virus biológico se transforma en virus ideológico. Para ser más justos con la interpretación de Žižek y, de paso, de Baudrillard: el virus ideológico toma la forma de virus biológico. La imagen de la Técnica del Corazón Explosivo de Kill Bill 2: el sistema capitalista seguirá andandando durante un tiempo, pero sabiendo que ya está muerto.
Imágenes de Wuhan desierta. Imagen de Assange aislado como antecedente de los que nos pasa ahora a millones de personas. Imágenes de pánico. Imágenes de personas enfrentándose a enfermedades terminales. Ya no caben las imágenes de ciencia ficción. Están instaladas en nuestros sueños, en nuestro imaginario interno.
Sobre todo domina una imagen. Una imagen al modo del fantasma referido en las primeras líneas de El Manifiesto Comunista. Es la imagen de un nuevo comunismo. Esta vez basado en la confianza. Se nos dice que no es el comunismo de los que mientes a los ciudadanos y a los superiores jerárquicos. No es el comunismo para reproducir el proceso chino de relación con la epidemia y, de paso, reproducir el propio sistema político: mienten a los superiores jerárquicos, con datos falseados de eficiencia, y los superiores burocrático-jerárquicos. Es un comunismo global para las guerras globales que vienen.
Un comunismo de guerra –y para la guerra, contra el virus, que hace que no sea una guerra, pues es un enemigo sin estrategia- que ya se estaría abriendo paso. Son varios los signos. La compartición de información entre países y expertos, como si fuera una información común; la puesta bajo el mandato de los estados de las producciones industriales consideradas básicas; la nacionalización del transporte público previamente privatizado; la consideración del salario básico universal en varios países. Ya no se trata de comunismo o barbarie, como se señalaba en los años setenta del pasado siglo, sino que se trata de ¡comunismo o plagas!
Pandemia es un libro veloz. Hecho aceleradamente, que se lee en poco tiempo, ya que son pocas sus páginas. Pero esto no quiere decir que sea un libro ligero. Por supuesto, no cansa, como tampoco agota el gigantesco campo de la realidad abordado: nuestro mundo. Pero no puede considerarse una lectura light.
Quizá la forma de producción, distribución y, por supuesto, la manera de escribir que el ensayo de Žižek concreta el anuncio de un nuevo género literario. Tal vez no tan nuevo, dirán los sociólogos de la comunicación. Un nuevo género para tiempos acelerados, en los que los acontecimientos se encadenan y las emergencias se imponen, incluso las emergencias de dar sentido a lo que nos pasa. Una forma de hacer entre el artículo de opinión de los diarios y el libro de ensayo. Un género que implica otra forma de relación entre autores y receptores, que está reclamando sus propias infraestructuras técnicas.
Hay muchos tipos de cansancio. Es lo que critica Žižek a la obra de Han, fijada en uno de los tipos de cansancio tal vez más elitista, el cansancio de los autoexigentes trabajos creativos; que no deja de ser cansancio. Pero de lo que parece que no nos cansaremos es del incansable pensador esloveno, pues se ha convertido en una especie de espejo cóncavo de nuestro mundo.