Ya es por todos conocido que Google posee las llaves de muchas puertas de nuestra vida, conoce nuestros datos bancarios, nuestra conversaciones personales y de trabajo y además, tiene infinitos retratos de nuestro rostro. En los albores de internet nos enfrentábamos a una ventana hacia un lugar desconocido, como cualquier herramienta tecnológica, sus primeros pasos van ligados al miedo y al posible rechazo por parte de la población. Actualmente, con más vida virtual que analógica, y con Google como baúl de los secretos de la humanidad, ¿debemos dejar de temer al gigante estadounidense?
Los asistente virtuales (VAVA)
Con menos de una década de vida los asistentes virtuales han sido explorados por las grandes empresas de comunicación. Todo empezó con Siri (2011), el asistente virtual de Apple, seguido de Google Now (2012), Cortana (2013) de Microsoft, Alexa (2015) de Amazon y finalmente Aura (2018) de Telefónica. Estas herramientas, generalmente con voz femenina, tienen la finalidad de hacernos la vida más fácil, ser gestores personalizados de nuestro tiempo y de nuestras actividades.
Algunos estudios apuntan que los usos más frecuentes de estos aparatos han sido cambiar de canción o preguntar cuestiones meteorológicas. Actualmente, debido a las mejoras tecnológicas y los avances en inteligencia artificial, sus usos se extienden mucho más allá y las empresas los venden como seres virtuales de compañía para personas mayores o con capacidades reducidas, por ejemplo. Se estima que en 2019 aproximadamente el 10% de usuarios se sirvio de un asistente virtual.
La centralización de Google
Si internet fuera un país y tuviera una capital, esa sería Google. Esta multinacional lleva almacenando nuestros datos más de veinte años, conociendo desde nuestro currículum hasta las conversaciones con nuestras parejas. Tiene todo lo que necesita para aconsejarnos cada minuto aquello que necesitamos o creemos necesitar. El VAVA de Google, Google Assistant, actualmente incluye recomendaciones de lugares, de comida, de ropa, etc. Todo esto es posible debido a la gran cantidad de datos que almacena de cada persona que navega a través de él, la cual, no muy lejos de cuando se anda sobre arena, va dejando una especie de huella virtual que construye su identidad.
Mientras registra mediante las cookies cada sitio que visitamos online, el algoritmo que define la inteligencia artificial de Google va generando un alter ego personal del usuario. Este alter ego incluye gustos del usuario, incluyendo preferencias políticas de los mismos y muestra en consecuencia propaganda según las búsquedas del usuario. En el caso de los partidos políticos, esta información puede ser utilizada para conocer el perfil del votante y conocer en mayor medida su intención de voto, especialmente ahora que ya ha sido aprobada esta técnica. Esto influye enormemente en las apuestas a política, ya que las cuotas que se ofrecen también dependen de este votante-usuario que deja su rastro en la web.
Frente a todos estos avances lo único que nos queda como usuarios es mantenernos informados y servirnos de ellos como herramientas, disfrutando del servicio que nos prestan pero siempre con ojo crítico. Igual que se anda con cautela en la vida real y táctil, también es aconsejable hacerlo en el terreno virtual ya que siempre se tratará de un suelo desconocido además de invisible.