Este año he intentado resolver una cuestión que llevo arrastrando desde 2011, y mi solicitud se ha entendido como una amenaza, si, hablé con el rector a través de su eficiente secretaria, (para que os hagáis una idea me recordó a la secretaria que contrató Mauri en un episodio de Aquí no hay quien viva, la ex-secretaria de Fraga). Bueno, sin salirme mucho del tema, recuerdo que oía más al rector que a ella por el teléfono, cuando me llamó al recibir mi instancia para preguntarme qué quería. Y ahí quedó el tema.
Quería en primer lugar, constatar que nunca he creído en el análisis de datos en las Ciencias Sociales (lo desarrollaré más adelante), y en segundo lugar para demostrar la falta de comunicación que hay en las instituciones, ante solicitudes que se salen del procedimiento habitual.
Siempre he dicho que soy más de desviación típica que de medias y medianas, a los que nunca les pasa lo que al resto de mortales me entenderán.
El asunto es el siguiente; ¿Qué intención tienen los datos? ¿Para qué se utilizan? La respuesta es sencilla, para establecer patrones que agrupen y homogenicen situaciones, circunstancias y problemas. Ojo, no me parece mal, pero un análisis cuantitativo por mucho que lo pretenda jamás va a llegar a abarcar y dar servicio una muestra completa, por cuestión de equilibrio o simplemente porque no interesan los grupos minoritarios.
Es por eso por lo que cuando veo a profesionales de la comunicación en medios dedicando la atención a cifras generalistas, me entra mal cuerpo.
Y todo apunta a que con el desarrollo tecnológico, la socialización cada vez estará más vinculada a una uniformidad de datos generados por las personas, es decir, que para poder ser reconocido y/o valorado socialmente tus datos deben representar un modelo simétrico al del colectivo. ¿Quien se ocupará de la diversidad? ¿De lo distinto?
Las instituciones que son un reflejo real del funcionamiento de la maquinaria del Estado ya lo reproducen. No gestiona o no da respuesta a situaciones que se salgan de los parámetros establecidos, abandonando sugerencias, propuestas o esquemas que ellas no contemplen.
Lo que quiero decir es que algo nos estamos dejando pendiente en el uso de métodos de las Ciencias Sociales en el ámbito laboral, algo no termina de cuadrar, al intentar unificar criterios para el trato con las personas, y se me viene a la cabeza una palabra, DESCONFIANZA.
Esto es así por el efecto de desconfianza que hemos generado como sociedad en las instituciones (No solo las instituciones en nosotros). Y que prefieren procesos burocráticos eternos para jugar con el tiempo (Solo del emisor claro está) y prolongar y complicar situaciones hasta tener cierta seguridad de verosimilitud.
Es bien sabido que de situaciones no regladas o de situaciones de caso minoritarios se ha dado solución a casos que afectan a grupos mayoritarios. Normalmente de quejas o reclamaciones, porque es lo que tienen las instituciones, quién va a sugerir si puedes quejarte o reclamar.
En muchas ocasiones esas diferencias de lo distinto, han dado soluciones a problemas generalistas, y se han producido casos en los que aquel ciudadano que ha dado una solución no ha sido atendido pero ha regulado un proceso que valida lo generalista, y esto es injusto, ya que son las instituciones, las que dentro de su estructura deben dar respuesta pensando en todos, de lo contrario se produce una apropiación estratégica o de acción del individuo.
Y esto ha pasado y pasa a diario, las clases minoritarias, más acostumbradas a lidiar con problemas, muchas veces son las encargadas de encontrar los soluciones.
Es muy complicado hacer pensar a las instituciones que normalmente son poco dinámicas, estáticas y favorecen muy poco los cambios, esto lo puedo llegar a entender, pero la apropiación de las ideas de otros, que además no han sido admitidos en el proceso, me parece mucho más grave. ¿Por qué una persona debe dar una solución a un organismo que no lo quiere atender?
Retomando la idea de las cifras, indicar que los datos al igual que la información cualitativa pueden ser adulterados, los datos en si no suponen objetividad.
Los datos me parecen necesarios, pero si no tenemos en cuenta otro tipos de circunstancias específicas no pueden reflejar ninguna realidad, es información no válida de por sí. Y eso sin contar que los datos en muchas ocasiones no son nunca objetivos, las muestras se pueden falsear.
En un mundo en el que todo apunta que los métodos cuantitativos regularán la forma de hacer, llego a la conclusión, que la utilización de los datos para solucionar problemas es un modelo importado de otras ciencias en este caso la económica. El lenguaje de la economía utilizará datos, pero el de las personas no.