Crónicas con la CoViD
Bueno, pues así está el siglo XXI: Paseaba por Torrejón de Ardoz, en busca de una tienda de alimentación, cuando alcancé a ver un espectáculo de pétalos carmesí salpicando un jardín entero. Eran flores preciosas, y yo, con el FÓMITE bien pegado a la boca, no era capaz de apreciar el discreto aroma que emanaba de aquel conjunto de bellezas que me estaban provocando. Tendría que retirarme un poco el BOZAL para poder asomar la nariz, pero eso sería cruzar la línea de la legalidad y convertirme en un delincuente irresponsable al que podrían acusar de intentar acabar con la raza humana... chan, chan, chaaaaannnnn! (música de suspense).
No sabía si arriesgarme. Miré a mi alrededor, y llegaba un coche a aparcar justo a mi lado. Traté de disimular las intenciones de quebrantar la Ley. Lo dice claramente en el BOCM, "la obligación del uso de mascarilla se refiere también a su adecuada utilización, de modo que cubra desde parte del tabique nasal hasta la barbilla". Es obligatorio que traguemos nuestros propios desechos bajo amenaza de ir a la cárcel, si el policía que te pilla considera que has atentado contra su autoridad, además de desobedecer su orden de sumergir la nariz en sopa caliente de desechos exhalados.
Yo mismo he visto y documentado cómo la policía se llevaba a conocidos míos a pasar varios días en el calabozo por no vestir BOZAL.
Cuando se apeó el conductor del coche le pregunté, por disimular un poco, si sabía de qué especie eran esas maravillosas florecillas. Estuvo pensando unos segundos, pero no tenía ni idea. Y se marchó encantado, con su BOZAL bien apretado, sin pararse ni dos segundos a admirar el efímero paisaje que brotaba delante de sus narices, justo detrás de su BOZAL, aunque sí estuvo de acuerdo con que eran muy bonitas.
Por fin, solo y furtivo, volví a mirar a mi alrededor. No veía gente por la calle, ni vecinos asomados, ni policía que me pudiera acusar de bioterrorismo. Me retiré el BOZAL de la cara y hundí la cabeza en el pastel de flores, aspirando con glotonería el aroma de sus estambres, una por una, y regodeándome de mil placeres olfativos, visuales y tactiles. Todo era agradable, un deleite multi-sensorial.
Me costó salir de aquel trance, pero me estaban esperando. Marché después de hacerme unos autorretratos con los que recordar tan breve pero intensa felicidad como para olvidar la peste del coronaTUFO, el totalitarismo que está justificando y el absurdo de tener que delinquir para poder oler unas flores.
Si te ofrecen, #di_NO_a_la_coronavirusfobia
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Fotos, vídeo y texto: Ibán P. Sánchez
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