«En esta época en la que se ha paralizado toda la actividad por culpa de un virus, a los bancos centrales de cada país no les ha quedado otra que imprimir dinero de manera ilimitada para salvar la economía. Al estar en casa no podemos mantener el flujo transaccional que requiere toda economía para vivir: trabajamos a cambio de dinero, dinero que consumimos e invertimos. Con nuestras compras activamos la producción de las empresas que, con capital y trabajadores, produce lo que compramos o los servicios de los que disfrutamos. El dinero requiere ser movido como la sangre del cuerpo humano. Si se para, el organismo se colapsa».
Un mortífero virus se ha instalado en el sistema para llevarlo a la quiebra. El dólar está muriendo, y junto a él agoniza el euro. Grandes agujeros tapan agujeros pequeños. Coartan libertades los gobiernos, mientras inoculan a los ciudadanos el virus del miedo.
La inyección de trillones de dólares en la economía sólo supone un retraso para el inminente colapso que hará implosionar la moneda de referencia mundial. Su valor se va a desplomar. La subida momentánea de las bolsas mantiene viva una ilusión que ya no aguanta mucho más. La burbuja de la deuda, a punto de explotar, amenaza con diluir la riqueza. Y es que la economía, que se encuentra en uno de sus puntos más críticos del último siglo, requiere formatear: hay que limpiar en profundidad nuestro sistema operativo, desinfectar de raíz la sociedad.
«Muerte del dólar. Gente desesperada por dinero. Muy triste. Si el gobierno te da dinero gratis, tómalo y gástalo sabiamente. No ahorres. Compra oro, plata, bitcoin. El dólar se está muriendo».
Robert Kiyosaki
Mientras gran parte de la población mundial permanece confinada en su hogar, el mundo está emprendiendo el reseteo del sistema financiero internacional. Por un lado, China prepara su criptomoneda oficial, llamada DC/EP. Por otro, el Banco Central de Inglaterra estudia también la creación de una moneda nacional digital. Las criptomonedas ya constituyen una industria madura, preparada para la adopción institucional. Nos enfrentamos a la necesidad de gestionar con honestidad nuestro dinero, y no es algo que podamos dejar en manos de los gobiernos.
A la pérdida de libertades que estamos viviendo se suma una amenaza: las «monedas digitales de los bancos centrales», las cuales entregarían a los gobernantes el control total sobre las finanzas de los ciudadanos. En este contexto, se hace necesario instaurar, en su lugar, un dinero descentralizado, cuya creación no controle ningún Estado.
De momento, la única blockchain que ha demostrado escalar sin límites, permitiendo la adopción por parte de empresas y gobiernos, es Bitcoin SV. Esta moneda digital —que no debemos confundir con BTC, secuestrada por las élites para estrangular su potencial— conserva el protocolo original de Bitcoin según lo diseñó Satoshi Nakamoto, su creador. Pero no se trata sólo de dinero: en su red se está construyendo un Internet inmutable e inhackeable, grabado en la cadena de bloques, llamado Metanet.
¿Será éste el futuro del dinero? No lo sabemos, pero lo que sí está claro es que el viejo sistema, nos guste o no, ha muerto. Y ahora nos toca ayudar a diseñar el futuro que queremos. De nuestras decisiones de hoy dependerá el mundo que dejemos como herencia a nuestros nietos.
«Esto no es una recesión, esto es un colapso. Estamos viendo lo mismo que sucedió en la década de 1930. [...] Nada volverá a ser como era antes. Creo que esto podría verse como un tsumani».