Crónicas con CoViD
Madrid en Estado de Alarma: Calles apenas transitadas, zonas públicas precintadas, controles de seguridad, trabajadores esenciales, gente en busca de alimentos y perros que pasean personas como muestra de la modificación de la conducta humana. Mucho cuidado con el distanciamiento social por el riesgo a contraer el coronavirus.
El shock ha sido tajante y la hipocondría se propaga hasta instalarse en casi todas las naciones con más virulencia que cualquier virus. Los gobiernos se ven sobrepasados y toman iniciativas precipitadas que sí pueden resultar una amenaza para el conjunto de seres vivos. ¿No será peor los efectos de los biocidas con los que se quiere desinfectar el planeta que los efectos de un virus de dudosa letalidad? Los biocidas lo matan todo, sin discriminar especies.
Estos días de cuarentena, por las arterias de Madrid apenas fluye la circulación necesaria para que la vida siga siendo posible en nuestro nido de más de 6 millones de homínidos, y permanezcamos confinados en nuestras jaulas de manera pacífica y ordenada, para no contribuir a extender la epidemia de coronavirus inconscientemente.


Cabe señalar que este consenso general de la población no está basado en algún consenso científico. El miedo a ser penetrado por un nuevo agente biológico infeccioso letal ha sido propagado por los medios de comunicación sin haberse molestado en contrastar los comunicados de la OMS, entidad con muy mala reputación. Es decir, ningún medio ha exigido consultar los estudios que demuestran que el Sars CoV 2 existe, que es capaz de infectar células sanas y que, además, provoca los síntomas descritos en la enfermedad CoViD 19. Ni tampoco, parece ser, han solicitado esta documentación las instituciones responsables de la salud de gobiernos de todo el planeta para contrastarla debidamente. Incluso se desconoce el nombre de los autores del descubrimiento, los Héroes que identificaron la amenaza con un estudio riguroso.
Tenemos el ciberespacio plagado de documentación que se dice "científica" que nos habla hasta de las mutaciones genéticas que ha ido adoptando, en su recorrido por el mundo de portador en portador, un virus que, por extraño que suene, nadie, que se sepa, ha visto que haga nada y lo pueda demostrar. Y aun hay quienes dudan de que alguien haya visto un Sars CoV 2, el retrovirus fantasma que asusta como los fantasmas. Entonces, los afectados por el CoViD 19 estarían siendo diagnosticados en base a un criterio sin fundamento científico. Y toda esa nomenclatura que inunda las redes, que difunden los medios y que están asumiendo las instituciones de gobierno, no tendría más validez que cualquier superstición, confundida con verdadera ciencia y defendida con la misma vehemencia que antaño denfendía el teocentrismo.
Lo más grave está siendo el paradigma que la idea de la epidemia imprime en el imaginario colectivo, de manera subliminal, en el que cualquiera podría haber sido poseído por el coronavirus fantasma... y contagiarlo.
La fractura social ya no va a ser por religiones, como en la antigüedad, cuando cualquier infiel podría propagar el pecado. No será cuestión de ideologías, como en el siglo pasado, cuando cualquiera podría ser portador de propuestas comunistas y convertirte en un espía de los rojos. O como cuando, en el siglo actual, cualquiera podría ser un terrorista disfrazado de persona, lo que impone cachear a todo el mundo, por seguridad.
Tampoco como cuando un retrovirus infectaba a colectivos marginales, porque, ahora, el nuevo retrovirus ataca sin distinción a todos los consumidores. Nos tienen aterrorizados con la pesadilla de que un ente microscópico es capaz de provocar el colapso de nuestro organismo o el de nuestros seres queridos, y que podría alojarse en cualquier superficie que haya estado en contacto con otros seres humanos...
En la nueva realidad, cualquiera está expuesto al riesgo de infección, y la fractura podría empezar a quebrar el tejido social entre quienes toman todas las precauciones y el resto de la población. No todos los ciudadanos podrán permitirse los nuevos hábitos de consumo que exige un entorno aséptico y representarán una amenaza para los paranóicos que se lo compren todo. A su vez, las demandas de los hipocondríacos, que necesitarán aspirar el aroma de las fumigaciones para sentirse a salvo, chocarán de manera irreconciliable con las demandas de quienes consideran más saludable una vida protegida de sustancias químicas tóxicas y demás agentes contaminantes.
Pero ¿cómo sabemos si el Sars CoV 2 es infeccioso y que, además, provoca CoViD 19?
La respuesta de contundencia CIENTÍFICA, irreprochable, la seguimos esperando. Ante la falta de evidencias no hay consenso en la comunidad médica y biológica (unos expertos dicen que mata, otros dicen que solo provoca resfriados, otros dicen que es un virus como cualquiera y otros que ni existe; unos confían en los test, pero ni los fabricantes ofrecen garantías; unos dicen que el coronavirus está mutando a cepas más peligrosas y otros dicen que los virus son cristales que se forman durante los procesos celulares, y que son inofensivos...). Parece bastante negligente que gobiernos de todo el planeta hayan asumido las recomendaciones unilaterales de la OMS sin contrastar sus argumentos, más después del escándalo de la Gripe Porcina en el año 2009, que expuso los intereses de la entidad para declarar pandemias en connivencia con sus patrocinadores, las farmacéuticas.
En todo caso, por si, en esta ocasión, tuvieran razón los delincuentes de la OMS, en Madrid, el conjunto de la ciudadanía sigue las recomendaciones del gobierno, asesorado por esos conocidos de antecedentes criminales. Por indicaciones de Sanidad, los médicos diagnostican CoViD 19 y los forenses certifican el conteo de muertes que publican, escrupulosamente, los medios de comunicación para seguir alimentando el pánico con crónica roja. Se respeta la cuarentena y las calles están tranquilas. Los controles policiales constantes garantizan que sólo transiten los trabajadores cuyo servicio sea considerado esencial, o aquellos que puedan justificar su presencia en la calle por motivos de fuerza mayor.
Los ciudadanos, desautorizados, ya no podemos atender a nuestros moribundos, ni proteger a nuestros ancianos. Medidas tan drásticas deberían estar sólidamente justificadas.
Fotos y texto: Ibán P. Sánchez
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https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/32133832
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