Bogotá D.C. Julio de 2020
Señor Francisco Barbosa, fiscal general de la Nación:
No es necesario hacer una investigación exhaustiva para hallar la extensa lista de estudios superiores que ostenta tener y que abarcan desde un elemental pregrado hasta incluso un doctorado.
Por esto, es casi tedioso tener que repetirle a una persona con el valor académico como el que usted tiene, que su actual puesto público, considerado por usted mismo como el “segundo cargo más importante de Colombia” (y tal vez sea el único que lo crea así), no lo pone por encima de un panadero, un conductor o, tal vez, un periodista como su servidor, cuya diferencia con usted es que no recibimos el sueldo que mes tras mes llega a su cuenta bancaria; aunque bien clarito sabe de qué bolsillo sale ese dinero, ¿no?
Entonces pongamos las cosas claras y vamos al grano: ese cuentico de que a usted no se le pueden fiscalizar sus acciones, mal realizadas de por sí, porque se pone bravo y sale con perlas como que “es la primera y última vez” que hablará sobre el tema, no cuadra con su rol de funcionario público.
Señor Barbosa, usted no es nuestro jefe. No se crea el cuentico de “doctor” (aunque tenga un PhD), ni mucho menos lo del título de honorable fiscal. Usted no nos manda. No tiene el derecho de mandarnos a callar, ni de mostrar dignidad cuando se le cuestiona sobre un acto moralmente dudoso en el que ha participado.
En algo tiene razón, lo que usted haga en sus viajes con su familia nos debería tener sin cuidado. Si aprovechó una visita de “trabajo” a San Andrés para pasar un tiempo de valor con su esposa e hija, e incluso con una de sus amigas, no tendría por qué ser excusa para armar el alboroto que se armó en el país. Usted no solo es el fiscal, también es un padre, y frente a eso, personalmente le sigo la idea: me pongo la mano en el corazón y lo entiendo.
No obstante, parece que se le olvidó que toda esta escena de “envidia” (si es que quiere llamarla así), no surge por sus cortas vacaciones. No. Estalla por la situación histórica en el que decidió tomarlas. Barbosa, estamos en una PAN-DE-MIA. ¿Es muy difícil que entienda eso?
Nos vale cinco a quién llevó o no a la isla. Lo que nos molesta es que lo haya hecho saltándose todas las normas de protocolo que ha puesto su propio amigo, Iván Duque, para tratar de que TODOS los colombianos estemos el mayor tiempo posible en nuestros hogares. Ojo, TO-DOS.
¿Qué tenía que hacer su hija y a la amiga de ella en San Andrés? ¿Cuál fue ese motivo ‘humanitario’ por el que salió una adolescente de 14 años de la ciudad en la que vive, en un avión y con una amiga supongo que de la misma edad?
La verdad no creo que ese par de niñas estén en la nómina de la Fiscalía, y que su viaje haya sido en pro de revisar las supuestas irregularidades que usted fue a investigar allí.
No, Barbosa. No sea cínico. Sus palabras y actos además de no mostrar ninguna clase de vergüenza fueron un muy mal ejemplo para el pueblo colombiano. “Siempre que yo tenga la oportunidad de viajar con mi familia lo haré”, fueron sus palabras en plena rueda de prensa. ¿Qué cree? No es el único que tiene una familia. Yo también quiero viajar con mis papás y mis hermanos y deseo tener nuevas experiencias con ellos, sin embargo, a diferencia suya, respeto la ley. No he salido de mi ciudad, no porque no quiera, sino porque soy consciente del álgido momento que se vive allá afuera.
Y sé que como yo, hay millones de colombianos que también desean salir del encierro y volver a vivir. Pero no se puede; o bueno no nos dejan, no al menos de la forma descarada en que se lo permitieron a usted.
Entonces, retomemos. Primero: el rechazo a su viaje no es porque lo haya hecho, sino por con quien lo hizo y el momento en el que lo hizo. Y segundo, sus jefes somos nosotros. Nuestros impuestos pagan su sueldo y por tal motivo tenemos el derecho; no, la obligación de exigirle cuantas veces queramos las razones de sus acciones. Si mil veces le preguntamos "¿por qué hizo ese viaje?", mil veces debe respondernos. No hay una “primera y última vez”. Sea respetuoso con los que debe proteger. Señor Barbosa, ande pasito y no muerda la mano del que le da de comer.