A lo largo de media hora estuve observándolo. Mientras tanto, me tomaba una piña colada. Hacía calor y estaba sentado en una mesita de una terraza en un bar de Lincoln Road, Miami.
Durante todo ese tiempo, jamás levantó la cabeza, siempre concentrado en hacer, con sumo cuidado, sus figuras a base de hojas de palmeras y un enorme cariño. Un saltamontes, y otro, una rosa...
Entonces preparé mi cámara, me dirigí hacia él, me puse justo delante y en ese momento alzó la cabeza. ¡Click!
Una foto y media hora de ensimismamiento. Eso me llevé de él. Le dí dos dólares y aún pienso que le he robado.