Desde tiempos remotos el AMOR ha sido foco de muchas investigaciones, vivimos buscándolo como una media naranja para completar los vacíos que solos no hemos podido llenar, idealizamos las relaciones basadas en historias de AMOR que vemos como espectadores.
Las páginas no me alcanzarían para citar el sinfín de teorías que surgen a partir del AMOR; frases que se han inmortalizado, libros que nos han ilusionado, películas que con su visión romántica nos hacen creer en el para siempre, guías que nos enseñan cómo mantener el fuego del AMOR, pero lo único cierto es que nada es tan real como lo que se experimenta siendo el protagonista.
Mi vida amorosa empieza a los 19 años, encontré en ella mi plenitud, el efecto del enamoramiento hizo que perdiera el aliento, que temblara al verla, que las mariposas revolotearan en mi interior, que mi corazón latiera a mil por hora. Nuestra historia fue mágica, había encontrado el AMOR de mi vida pero el cuento de hadas no tuvo un final feliz; 6 años después nuestros defectos los que antes veíamos color rosa hicieron eco, y a la mujer que me acompañó por largos años, a la mujer que me entregó su vida le fallé. Fui infiel y no tengo justificación del porqué, el caso fue que me fui dejando un corazón roto.
Inmediatamente inicio una nueva historia de AMOR, la dama que con sus encantos me hizo débil se convertía en mi nuevo AMOR de la vida, en cuestión de meses se acomodó en mi corazón para darle rienda suelta a la ilusión; otra vez sentí el efecto del enamoramiento, cupido de nuevo hizo mellas y durante cuatro años los corazones brotaban de mi piel, de nuevo creí en el para siempre. Pero como no todo lo que brilla es oro, esta historia también llegó a su final.
Dos mujeres, dos historias que me dejaron grandes enseñanzas que recuerdo con cariño y que quizás repetiría desde otra perspectiva.
Los caminos del AMOR son cortos, llenos de tropiezos, es un misterio de nunca acabar pero dicen que la tercera es la vencida, en mi caso es una hipótesis que aún no despejo.
La doctora Elaine Hatfield quien ha estudiado el AMOR desde los años 60, analizó un estudio que se hizo a 953 parejas en las que se incluían; recién conocidos, recién casados y parejas con más de treinta años de unión, encontrando que la ilusión muere paulatinamente con el tiempo y que además el apego y el compromiso se van a pique.
El enamoramiento es una especie de software que se ejecuta en nuestro cerebro; es decir, todo lo que sentimos es cuestión de las fantasías que surgen en nuestra cabeza cuando se activa la dopamina, esa hormona que está vinculada a la felicidad por tal razón sufrimos taquicardia cuando el ser amado se acerca haciéndonos perder la sensatez. Los estudios demuestran que este sentimiento es temporal y solo dura entre dos y cuatro años hasta que aparezca otro personaje en la escena del crimen para de nuevo afirmar que el AMOR es ciego.
Desde mi experiencia de vida ahora puedo vivir el AMOR desde otro punto, he aprendido a comprender sus matices, mi felicidad ya no está sujeta a otro mortal, puedo escoger con mayor claridad lo que quiero y lo que no. En un pasado fui el error de alguien y ahora quiero ser una buena elección en ese inmenso abanico de opciones.
A mí el AMOR me ha llegado disfrazado en una oleada de mariposas vendada que me ponen a patinar el coco, ese desbordado sentimiento que mueve nuestras fibras me trajo hasta Madrid, España, atravesé el océano persiguiendo mi hilo rojo imaginario y en ese recorrido finalmente encontré el verdadero AMOR de mi vida.
A cada pena le llega su resignación y nadando sobre las turbulentas aguas del despecho encontré quien me enseñara a bucear, su AMOR llegó para apaciguar el dolor, me dio la paz que tanto buscaba, me enseño que soy mi primer AMOR, me salvo de la soledad, me dio a probar el postre de la felicidad y desde entonces camina a mi ritmo, me aconseja, me acompaña en mis decisiones y aún sin verlo me hace sentir amada. El AMOR de mi vida lo conocemos; como DIOS.
Él es mi AMOR celestial, el único, el puro, el verdadero, el que será para toda la vida. Del terrenal ya me ocuparé, lo que sé a ciencia cierta es que llegue o no, el AMOR lo podré experimentar de mil formas. ¡Sí! Soy partidaria de que en la vida podemos tener varios amores, unos más grandes que otros pero amores al fin y al cabo.