Sin lugar a dudas el alcohol es la droga socialmente más aceptada, su simple inexistencia en los lugares de ocio es motivo de ataques de ansiedad y proclamas de aburrimiento. La historia nos ha demostrado también que ir en contra de este brebaje es un fracaso asegurado de tiempo y recursos, ahí tenemos la ley seca de EE.UU en los años 20 como ejemplo.
Estos brebajes nos acompañan desde la antigüedad, de hecho ya en sus sociedades causaban desastres y alabanzas, tal era así que hay dioses consagrados a la embriaguez y a la bebida. Aunque todos en la antigüedad consumían había ciertas sociedades que por sus costumbres sí que moderaban su consumo. Los espartanos, por ejemplo, al final de su instrucción militar (la agogé) cogían a los chavales y les mostraban los efectos de ir borrachos, para ello traían a un par de esclavos (ilotas) y los emborrachaban diciéndoles que hicieran diversas tonterías, así los nuevos hombres de Esparta tenían presente que ese estado de ser no era válido para la vida bélica que les esperaba. Por otro lado de la historia tenemos a la religión musulmana, que entre sus directrices religiosas está la prohibición de beber alcohol.
La gente que bebe alcohol tiene tantos motivos para hacerlo como el que ha decidido que no, y aunque pareciera que parten con las mismas condiciones realmente vemos que no es así. El consumidor habitual de alcohol siente la «necesidad» de convencer al amigo abstemio de beber, no es capaz de entender o reflexionar el porqué alguien no querría hacerlo, de alguna forma se siente incómodo si alguien no lo acompaña en esa acción, como si fuera un error en la Matrix que debiera arreglarse para que todo volviera a su cauce natural. Puede ser también que inconscientemente sepa que se está haciendo daño en el cuerpo y no pueda aceptar que otro ser humano no tenga la necesidad o tenga la suficiente fuerza de voluntad para no hacerlo, lo que lleva a una presión más agresiva de que todo el mundo debería de beber. Evidentemente no se puede generalizar, pero la experiencia en estos menesteres está ahí presente.
Yo soy abstemio desde que tengo uso de razón, si bien he probado algún trago en momentos muy puntuales de mi vida, solo han servido para afirmar mi negatividad hacia el alcohol. Las miradas y los comentarios, a la par de los juicios, me han acompañado y me siguen acompañando durante el día a día, pero no tengo nada que demostrar, la convicción que tuve desde pequeño no es algo que una mujer por muy buena que este o un mejor amigo pueden doblegar tan fácilmente.
Ser abstemio es muy duro, no por el hecho de que te guste y lo hayas dejado para siempre o que te guste y no te lo puedas permitir por distintas razones, sino por el entorno, el abstemio es un enemigo de la sociedad. Como comentaba antes con los musulmanes, estos, bajo el paraguas religioso, tienen más comprensión en sus convicciones que los que nos regimos por otros motivos.
Es incomprensible que alguien pueda ser feliz en este mundo sin probar gota de alcohol, es incomprensible que alguien aguante día tras día cualquier jornada laboral sin terminar por drogarse de algún tipo, es incomprensible que alguien tenga una vida social saludable sin consumir nada, es incomprensible e imposible, eso dicen, eso proclaman y promulgan.
El abstemio está rodeado socialmente, es algo inevitable, a veces unos caen ante sus iguales por miedo, otros se defienden con uñas y dientes por su decisión y otros solo aceptamos las situaciones tal como vienen.
Antes creía que el problema lo tenía yo, pero conforme pasa el tiempo y veo mis distintos ideales y acciones confirmo que poco a poco solo me he convertido no en aquello que he querido sino en lo que la sociedad me ha movido a ser, lejos de desesperarme por la situación en la que vivo y en lo que el destino me tenga preparado, solo me limitaré a continuar el camino sea el que sea.
El mundo me ha cambiado el nombre, ya no soy un simple abstemio que no es consciente de nada, y ellos lo saben, por eso soy una amenaza mayor que simplemente un no bebedor de alcohol, he pasado del grupo de los repudiados a los odiados, de abstemio...a un antisistema, pocas veces un pequeño cambio en la vida de un individuo había tenido tanta repercusión tanto dentro como fuera del mismo.
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