La observación participante es seguramente el método más abierto entre los existentes en la caja tradicional de herramientas del investigador social. De hecho, hasta que Malinowski no la convirtió en la columna vertebral de la Antropología Social, puede decirse que no era concebida como un método de investigación científica propiamente dicho. No obstante, todavía hoy muchos dudan de que realmente se trate de un método, situándola como estrategia de investigación que suele aglutinar varias métodos, como la entrevista, los censos, las reuniones y, en algún momento, la observación sistemática.
La apertura de la misma ha llevado a que sus procedimientos quedasen apenas calificados, debido a su flexibilidad, y que sus fronteras con la mera descripción fuesen bastante difusas. Sin embargo, existe ya una larga tradición de manuales, tanto en Sociología como en la propia Antropología Social, que muestran sus procedimientos. Pero, sobre todo, dan cuenta de que, para ser considerado como tal método de investigación social, ha de estar incluido en una estrategia de investigación desde el principio. Es decir, que viene desencadenada su elección como método dentro de una investigación social a partir de las decisiones estratégicas que conforman la investigación social concreta. Como ocurre con todos los métodos.
Sin embargo, durante los últimos días han llegado a mis manos trabajos que quieren pasar como investigación fundamentada en el método de la observación participante prácticas que, por muy interesante que pudieran ser, no lo son. Se trata, a lo sumo de observaciones participantes sobrevenidas. Es más, son participaciones en determinadas comunidades que devienen en objeto de observación, para, finalmente, ser presentadas como investigaciones sociales llevadas a cabo a partir de este método.
Una de ellas está firmada por una colaborante en una pequeña localidad rural de Perú. Tras la experiencia y después de años de regreso, se presenta una tesis doctoral centrada en una observación participante sobre la comunidad que allí habita. Es decir, se trata de una reconstrucción en clave de observación total de los recuerdos y algunos registros que la experiencia produjo. No puede considerarse como tal investigación en clave de observación participante puesto que la estancia no estuvo diseñada dentro de un objeto de investigación.
De forma semejante se concreta el segundo de los trabajos. En ese caso, situado en el contexto de los estudios sobre comunicación. Se presenta como investigación social realizada con observación participante una descripción de la participación en la investigación periodística de WikiLeaks. El autor fue invitado como tal periodista a participar en el trabajo periodístico común. No había, porque no la podía haber, diseño previo de objeto de investigación; ni, por lo tanto, estrategia previa de investigación en la que se incluye el diseño metodológico. Hubo participación y, después, mágica tranformación en investigación social.
En ambos casos es como si Malinowski hubiera ido de vacaciones o por otro motivo a las islas Trobriand y, tras reflexionar sobre las interesantes costumbres de las comunidades que habitaban el archipiélago, se pusiera a tomar notas, que, posteriormente, convierte en monografías. Mucho se ha publicado –y criticado- desde que aparecieron ante nuestros ojos los cuadernos de campo del antropólogo inglés de origen polaco; pero la deuda que tiene la Antropología Social –y la Sociología- con este autor es gracias a que plantea la observación, con su participación en la vida cotidiana de los observados, dentro de una estrategia previa de investigación. Es lo que diferencia una observación participante real, de fake observaciones participantes.