El cine de ciencia ficción nos ha entusiasmado con decenas de películas sobre pandemias que provocan el apocalipsis. Nadie nos había preparado para la nueva civilización que se adivina tras el trauma del coronavirus. Yo miro hacia el futuro y veo una sociedad hipocondríaca sometida a los dictados de la Organización Mundial de la Salud, lo que me parece preocupante dados sus antecedentes criminales y las continuas filtraciones sobre su tendencia a difundir fraudes científicos.
En el año 2003, Greenpeace publicó el estudio "Consumiendo química -EUROPA- Las sustancias peligrosas en el polvo doméstico, como indicador de exposición química en el hogar". Advertía acerca de la contaminación en el interior de los hogares, concluyen "que todos y todas vivimos con las consecuencias químicas del amplio uso de aditivos peligrosos en los productos de consumo."
Greenpeace le dio amplia difusión pero apenas tuvo repercusión en prensa. Aun se puede descargar:
http://archivo-es.greenpeace.org/espana/Global/espana/report/other/consumiendo-qu-mica.pdf
En lo que llevamos de siglo, la presencia de nuevos químicos en el mercado parece haber sido la causa de las nuevas enfermedades, antes desconocidas. Algunos investigadores aseguran que la exposición continuada a estos productos tóxicos es lo que provoca el incremento de trastornos autoinmunes, sistemas inmunológicos ineficaces, problemas neuronales, infertilidad, etc. Aunque resulta complicado identificar los agentes causantes de cada afección, ya que estamos expuestos a casi todos ellos, cada uno en mayor o menor medida según sus hábitos de consumo.
La industria farmacéutica, sin embargo, prefiere invertir sus dinerales en demostrar que las enfermedades son causadas por agentes biológicos que hay combatir (con sus medicamentos), incluso pretenden demostrar que los virus provocan cáncer. Gracias a todo ese esfuerzo económico, han conseguido convencer a lo medios de comunicación para que difundan su propaganda entre los incautos que aun les prestan atención.
Aunque suene sorprendente, nadie ha demostrado con la contundencia que se espera de un argumento científico que los virus sean causantes de nada en absoluto. Hay quienes sostienen que eso que encuentran en los sobrenadantes, que unos llaman virus, son, en realidad, vesículas celulares que las células producen de manera natural (aun no existe certeza científica).
Y esta es la razón básica por la que no encontramos consenso en la comunidad médica sobre cómo enfrentarse a la pandemia de coronavirus decretada por la OMS, entidad dependiente de los intereses de sus principales patrocinadores, las farmacéuticas, que gracias a los decretos de la OMS venden millones de vacunas y demás medicamentos. Además de sus problemas con la corrupción, los fundamentos científicos de la OMS están muy cuestionados, pero está gobernando el mundo entero con su discurso de la teoría microbiana como el papado gobernaba Europa con su discurso sobre la amenaza del pecado. Ambos son el discurso del miedo, tienes que sentir terror de lo que te pasará si haces caso omiso a sus instrucciones y comprometes la seguridad de tus vecinos.
Criar un hijo en la civilización que se avecina tras la cuarentena, en ambientes más asépticos y cargados de biocidas para matar todo microbio viviente; comida envuelta en plasticorros; niños con guantes y mascarilla bien alejados de los otros niños; papás y mamás que no se tocan con sus amigos, ni con sus familiares, ni se acercan a los extraños, y que apenas abrazan a sus cachorros por miedo a contagiarles algo; médicos desautorizados a dar su opinión profesional si esta es contraria a los protocolos del Ministerio impuestos por la OMS... se prevee poco salubre para las nuevas generaciones.
Foto y texto: Ibán P. Sánchez
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