/// GERARDO BUSTOS ///
Con frecuencia lo complicado de las enfermedades graves no es su padecimiento, sino las secuelas que dejan una vez superadas. Esta grave epidemia en la que estamos inmersos no va a ser menos. Vamos a sobrevivir como sociedad, pero a costa de una tremenda sacudida con pérdida de miles de vidas humanas, contagios en número imposible de calcular, un país confinado durante semanas y una economía congelada durante los tiempos de encierro obligado. Eso supone que, efectivamente, sobreviviremos como sociedad, pero a la salida del túnel desembocaremos en una sociedad distinta.
El problema es que vivimos tal agobio con la gestión del instante, que somos incapaces de ver más allá del corto plazo. Hemos aprendido sobre la marcha como afrontar el día a día de la pandemia, a base de prueba y error, error y cambio, cambio y observación. Pero esta gestión del corto plazo ha impedido ver el medio plazo y mucho menos el largo plazo. ¿Cómo se gestiona el día después?
TODO SERÁ DISTINTO
Todo va a ser distinto. No podemos pensar en que esta etapa de economía congelada y suspensión laboral son unas vacaciones, al término de las cuales volvemos a nuestra rutina de siempre. El retorno ni va a ser en un único momento, ni se va a producir a una sola velocidad. Será un camino progresivo que aún está por diseñar. Pero lo más importante es saber que ya no retornamos al ayer, sino al mañana. Cambiaremos a un mundo distinto y seremos personas diferentes.
Es probable que nos acostumbremos a ver un porcentaje de ciudadanos con mascarilla y guantes por la calle. Nos lavaremos las manos como si tuviéramos un tic y convertiremos el gel desinfectante en producto privilegiado del kit higiénico que llevarán todas las guanteras del coche, los bolsos femeninos y los bolsillos varoniles. Probablemente los ocios y viajes de low cost se vean sacudidos por un mayor distanciamiento de asientos, así como los espectáculos masivos experimentarán también distanciamiento de espectadores y limitaciones de aforos. Hasta la efusividad con roce de los saludos patrios probablemente se tiña de una mayor castidad y distancia. En realidad, estos cambios sólo serán la punta del iceberg de cambios más profundos y menos visibles.
El retorno a la normalidad lo haremos desde esta extraña etapa en la cual la tecnología es la santa que nos ha salvado del aislamiento, aportando algo de vida laboral y social en medio del parón. Aislados en casa, hemos sobrevivido con móvil, ordenador y televisión. El teletrabajo, aunque con frecuencia no ha pasado de ser un mero esfuerzo voluntarioso para emborronar algunas tareas desde el domicilio, ha recibido una especie de bautismo de fuego administrativo. Ha pasado de ser demonizado en el sector público como una suerte de escaqueo por definición, a convertirse en la única vía para continuar trabajando en esta etapa de confinamiento. En definitiva, el teletrabajo ha llegado para quedarse.
TECNOBEATOS
Pero el teletrabajo es sólo el símbolo más evidente de un cambio cultural en torno al papel de las tecnologías emergentes en general en la sociedad española, y muy especialmente en las administraciones públicas. Las tecnologías se ven ahora desde las diferentes administraciones como la tabla de salvación que podría haber permitido una actividad casi normal durante el confinamiento, de haberse desarrollado a tiempo muchos proyectos que en los últimos años no han terminado de romper el cascarón. Se genera así una figura de conversos de sopetón, que seguirán dibujando antiguos reacios devenidos en una suerte de tecnobeatos, a quienes habrá que a atar corto para evitar que tengamos tecnologías hasta en la sopa, sin orden ni concierto.
Sin duda las tecnologías emergentes van a formar una parte importante en el cambio cultural que vamos a observar. No sólo por el papel que juegan en el confinamiento, sino por el que podrían haber jugado de haber experimentado un desarrollo mayor en los últimos años. Por ejemplo, un mayor impulso al big data habría ayudado a predecir algunos ciclos de la epidemia, los comportamientos de los infectados, etc. con las localizaciones de personas infectadas, para anunciar si alguna persona está cerca de algún contagiado. Como acurre con la aplicación que tan buenos resultados le ha dado al ministro de Sanidad israelí.
Otro caso es el de la inteligencia artificial y la automatización de procesos. Si se hubieran desarrollado con un poco de entusiasmo en el sector público, durante el confinamiento no sólo se habría logrado hacer el teletrabajo a otros niveles, sino que la reingeniería de procedimientos y su automatización hubieran evitado muchos excesos burocráticos que han enredado hasta límites insospechados los voluntariosos intentos de teletrabajar partiendo de cero experiencia previa y cero cultura de trabajo a distancia. Por último, digamos que los robots tienen que defenderse de los virus cibernéticos pero no se ven afectados por los biológicos del tipo del coronavirus. Los robots escapan a las epidemias, y los vamos a tener trabaJando codo con codo antes de lo que pensamos.
REDIBUJAR LOS PLANES DE TRANSFORMACIÓN DIGITAL
En el marco de los nuevos impulsos tecnológicos que ya se empiezan a reclamar, la tecnología blockchain probablemente se deshaga de una parte de sus sólidos detractores en el sector público. Por ejemplo, durante el confinamiento se ha recomendado el pago con tarjeta electrónica para no intercambiar billetes y monedas bañadas en coronavirus. Pues bien, las critpomonedas cumplen perfectamente ese papel. Por lo demás, una característica habitual de la dinámica blockchain es la de evitar contactos y presencias: contratos inteligentes (smart contract) que se negocian de una vez y funcionan con instrucciones autoejecutables, registros y catastros sin presencia de profesionales y contactos, ausencia de notarios, etc.
De todas las formas, es importante evitar el carácter pendular de la mentalidad hispana. No se trata de pasar de la reacción a la tecnología, a una inmersión nacional en esa misma tecnología, antaño maldita. Volviendo al principio, en el caso del teletrabajo, que nadie se piense que ya se va a implantar el teletrabajo masivamente sin más. Lo importante es utilizar el test experimental que ha supuesto la etapa de confinamiento y el cambio cultural que ha producido, para redibujar los planes de transformación digital de los organismos públicos. No valen los anteriores, porque se ha modificado la variable más inmovilista y complicada, como es la cultura de la organización. Si la reacción tradicional al cambio se ha descafeinado, el plan de transformación digital tiene ahora un marco mucho más favorable.
Los planes de transformación digital pueden ser las herramientas que recojan el impulso que tiene el proceso tecnológico a la salida de los estados de alarma, pero que al mismo tiempo ordena esos procesos y su implantación de una manera progresiva y sólida. Tecnologías y teletrabajo, sí; pero en serio.