El Asfalto es un mediometraje emitido por Radio Televisión Española en 1966 y realizado por Narciso Ibáñez Serrador. La carrera de Narciso Ibáñez, también conocido como Luis Peñafiel –seudónimo con el que firmaba sus guiones- ha destacado por su creatividad en el cine fantástico y de terror. El Asfalto, un relato escrito por Carlos Buiza, formó parte del programa Historias para no dormir, que recogía diferentes historias fantásticas y de terror y cosechó un gran éxito durante su emisión. A mediados de los 60, la narrativa de terror estaba ya asentada en el cine europeo, pero apenas había comenzado a desarrollarse en España. Fue aquí donde encontró su espacio la imaginación de Narciso Ibáñez.
A pesar de que El Asfalto se grabó en un estudio de televisión, podríamos decir que su estilo es propio del cine. Ya en la apertura, los créditos se muestran de una forma muy cinematográfica: sobre la textura de un asfalto viscoso que va invadiendo toda la pantalla, acompañado de una música de tensión. Este tipo de créditos son comunes en el cine fantástico.
La historia se nos presenta de una forma muy teatral: con dibujos, música y voz en off. La entusiasta narración de la voz en off y el decorado pintado desarrollan un relato muy teatral cuyos espacios nos recuerdan a los del expresionismo. Estos decorados están humanizados, forman parte de la propia historia y nos dan una impresión de movimiento e inquietud que refuerza los sentimientos del protagonista.
Además de la voz en off, la música y los efectos sonoros son esenciales en la historia. Al principio de la narración, una tranquila música de nana acompaña a la voz, que cuenta cómo en invierno el asfalto duerme plácidamente. Cuando la narración se vuelve más oscura -contando que en verano el implacable sol derrite el asfalto- la música refuerza esas palabras volviéndose también tenebrosa. Esto es algo que veremos durante todo el mediometraje: la música heterodiegética recalca el tono de lo que está pasando en escena, y guía al espectador para saber cuáles son los momentos alegres, humorísticos o de terror. Los efectos sonoros, por su parte, acentúan el tono cómico en algunas escenas. Por ejemplo, cuando el pie del protagonista se queda pegado al asfalto, se acompaña de un efecto sonoro que evidencia lo absurdo de la situación. Y no solo se dan situaciones absurdas: también irónicas y críticas. Cuando los bomberos acuden a la llamada del protagonista, los acompaña una música de circo, que ya nos avisa del papel que estos van a tener.
Respecto a los tipos de planos, estos son muy variados, aunque debido a la grabación en estudio hay pocas posiciones de cámara. El lenguaje es clásico tanto en escala como en angulación: los espacios se nos presentan con planos generales, y las acciones se desarrollan principalmente con planos medios. Los planos detalle se utilizan para ver las cosas con claridad, y no se utilizan más de los necesarios para acompañar a la acción. La mayor parte de los planos son de larga duración y el ritmo lo da la acción que sucede dentro del cuadro, de nuevo formando parte de un estilo teatral. Las angulaciones se utilizan de forma pragmática para conseguir capturar los movimientos de los personajes, no hay angulaciones extremas ni especialmente expresivas. Sin embargo, a medida que avanza el relato, la cámara va tomando más protagonismo precisamente por medio de la angulación. A medida que la tensión de la historia va in crescendo, las angulaciones comienzan a utilizarse con sentido narrativo y dramático. Cuanto más hundido está el protagonista en el asfalto, más picada está su cámara, y más contrapicados se muestra a los diferentes personajes con los que conversa. Esto crea una sensación de angustia en el espectador, que se identifica y acompaña al protagonista en su agonía. Un plano de gran expresividad es el del gallego frente al encargado de los socavones en el Ayuntamiento. Narciso Ibáñez despachó su crítica a la burocracia mostrando al gallego como un ser insignificante frente al funcionario, con un plano picado y muy alejado de él.
El montaje es continuo y circular, eliminando los momentos no significativos para la historia y narrando lo sucedido desde el principio hasta el final. La historia comienza y termina en el mismo punto: el trozo de asfalto que terminará con nuestro protagonista. En el principio se muestra el trozo de asfalto mediante un zoom out desde una ventana de la calle. Al final, se hará un zoom out desde el trozo de asfalto hasta la calle entera, vacía.
El montaje colabora también en la construcción de la tensión in crescendo. Por ejemplo, a medida que se van sucediendo las llamadas a la centralita, el montaje es cada vez más rítmico y se suceden planos más cortos y con una escala menor. Las transiciones se realizan por corte, aunque encontramos varios fundidos encadenados que indican el implacable paso del tiempo y la demacración del protagonista.
Observamos varios movimientos panorámicos que se realizan con una finalidad descriptiva y práctica. Respecto a los movimientos de lente, se suceden varios movimientos de zoom, también descriptivos y en boga en aquella época.
La iluminación es variable a lo largo del mediometraje. Al principio se utiliza una luz dura para simular el sol sobre la ciudad, creando a su vez fuertes sombras. A medida que avanza el día, se va utilizando una luz más difusa para representarlo. La luz cobra un papel dramático en el Ayuntamiento, grabado con fuertes claroscuros.
Estos recursos del lenguaje cinematográfico nos presentan, en un tono cómico e irónico, pero también inquietante, a diferentes sectores de la sociedad, para entretejer un relato que versa sobre el distanciamiento y la sociedad de los individuos.
El Asfalto se engloba dentro del género fantástico, ya que está mostrando algo que no sucede en el mundo real: un hombre que es devorado por el asfalto. Este género tiene sus orígenes en otras situaciones imposibles –al menos en su momento- como el Viaje a la luna de Mélies (1902). Sin embargo, podríamos nombrar también otros géneros que el mediometraje utiliza. Podemos ver el género de terror en los momentos en los que la historia induce al espectador sensaciones de inquietud y desesperación, a medida que el protagonista va hundiéndose en el asfalto. El género dramático viene dado por la propia situación del protagonista, que se encuentra aislado e ignorado en su sociedad. Por último, el lenguaje cinematográfico introduce elementos del género cómico, que en este caso se utilizan para mostrar con ironía la situación del protagonista y parodiar a ciertos sectores de la sociedad.
La idea del mediometraje, por tanto, es la soledad. La tesis, que el hombre se encuentra inevitablemente aislado en la sociedad, independientemente de cuánta gente haya a su alrededor. De hecho, en la historia se introducen personajes de diferentes épocas (rockeros, aristócratas, burgueses de los años 20) y todos ellos ignoran al protagonista. El tema de la historia trata de un hombre que busca ayuda tras quedarse atrapado en el asfalto y es ignorado por todo el mundo. De forma más desarrollada, podemos describir la trama como la aventura del Señor XX, un representante de cualquier hombre que vive en cualquier ciudad y en cualquier momento, que caminando por la calle se queda pegado en el asfalto debido al calor. Con una de sus piernas escayolada, necesita ayuda para salir de ahí. En un primer momento no se preocupa, pero cuando el tiempo comienza a transcurrir sin que nadie se detenga a ayudarlo, comienza a angustiarse. La única persona que intenta ayudarlo es un gallego manco, que a pesar de sus buenas intenciones no conseguirá ayuda por parte de los bomberos, la teleoperadora, ni el mismo Ayuntamiento. El tiempo corre hasta que el señor XX se ve hundido por completo en el asfalto, y dos obreros arreglan ya demasiado tarde el socavón, dejándolo a él debajo.
El estilema de Narciso Ibáñez serrador lo vemos en la temática. Él es el padre de lo fantástico en España, crea situaciones extraordinarias en la vida real para esconder tras ellas una crítica a la sociedad. Esta crítica la hace utilizando el humor negro y la ironía,
mediante situaciones que comienzan siendo cómicas pero terminan siendo terribles. Esto lo vemos también en El Cuervo (1967) o El Televisor (1974)
En el caso de El Asfalto su estructura es lineal y su inicio es ab ovo. La historia comienza en el principio, cuando una voz en off nos presenta a la ciudad y al Señor XX, y los acontecimientos transcurren de forma lineal hasta el final: el protagonista queda atrapado - nadie lo auxilia – el asfalto lo engulle. No hay analepsis ni prolepsis, no vemos ningún salto temporal ni hacia delante ni hacia detrás. El relato es clásico, haciendo primero una introducción de la situación y dividiéndose en tres actos. El detonante de la situación es el hecho de que el Señor XX quede atrapado en el asfalto. En el primer acto, el protagonista se sorprende de lo que ha pasado e intenta pedir ayuda a varias personas que lo ignoran. El primer punto de giro se da cuando conoce al gallego, que sí intentará ayudarlo. Durante el segundo acto, el gallego llama a los bomberos y acude al Ayuntamiento en busca de ayuda. La tensión va in crescendo hasta el segundo punto de giro, cuando el encargado de Grietas y Socavones le dice al gallego que no puede ayudarlo. Comienza aquí el tercer acto, que relata la rendición del protagonista y el gallego, y termina con el Señor XX bajo el asfalto.
Esta estructura se narra en tercera persona. La voz en off constituye un narrador extradiegético que no participa como personaje, es decir, no tiene contacto con los personajes, los objetos, los escenarios ni los acontecimientos de la diégesis. Su focalización es cero, se trata de un narrador omnisciente que sabe todo sobre la diégesis, es decir, sabe lo que está sucediendo en la ciudad y lo que está pasando por la cabeza de los personajes.
El tiempo dramático transcurre de forma lineal, utilizando elipsis para eliminar de la historia las acciones no significativas y así poder representar en 30 minutos el transcurso de un día entero. En otras palabras, el tiempo del discurso es menor que el tiempo de la historia.
Por último, destacaremos dos personajes. El Señor XX, protagonista de la historia, y el hombre gallego, del cual no sabemos su nombre y que constituye un personaje secundario. El hecho de no mostrar al público los nombres de los personajes es una herramienta para constituir un relato universal –el de la soledad del ser humanoaplicable a cualquier persona, momento y lugar. De hecho, a lo largo del relato aparecen varios personajes de reparto, también anónimos, caracterizados de diferentes épocas.
El Señor XX es el protagonista de primer plano y según su función como actante, siguiendo la tipología de Greimas, es el sujeto que persigue una acción (en este caso, liberarse del asfalto). Es un personaje dinámico, que comienza siendo alegre, paciente y despreocupado pero que a medida que transcurre el relato va evolucionando hacia un pesimismo desolador y sin ninguna esperanza hacia el resto de seres humanos. Se rinde y deja de pedir ayuda. Esta evolución se ve también en su caracterización, pasando de ser un hombre arreglado y elegante a mostrar un aspecto cansado y demacrado.
El gallego es un personaje secundario en jerarquía, de segundo plano y que cumple la función de ayudante: es una fuerza de apoyo al sujeto para conseguir el objeto. Su papel es estático, pues durante todo el relato mantiene su intención de ayudar al protagonista y su caracterización afable. Ambos personajes son redondos, pues están dotados de psicología propia y personalidad individual. Por su caracterización, no averiguaríamos que un personaje tan alegre como el Señor XX escondería tal tristeza en su corazón, ni que un personaje que ha sufrido tanto como el gallego sea tan afable y se comporte tan bien con el protagonista.
Por último, y siguiendo la morfología de Propp, el Señor XX es el héroe que protagoniza la historia y el gallego es su auxiliar. Podemos ver algunas funciones nombradas por Propp en esta historia. La función de prohibición recae sobre el héroe al impedirle seguir caminando. A partir de este contratiempo, el protagonista cumple la función de aceptación y de viaje, comenzando su búsqueda de alguien que lo salve. El gallego cumple en un principio la función de socorro, aunque luego no consiga ayuda realmente al protagonista.
Todas estas funciones se conjugan con la construcción de los personajes y los espacios, la estructura del relato y la utilización del lenguaje cinematográfico para narrar en clave de humor y fantasía un problema universal: el de la soledad y la incomunicación del individuo.