‘Yo con este sueldo no puedo ahorrar nada’. ¿Cuántas veces has escuchado eso o te lo has escuchado a ti mismo? Deja de repetirlo porque siempre puedes ahorrar, pues existe un abanico de variables fácilmente modificables para recortar gastos de manera ‘considerable’. Eso sí, es preciso dejar por el camino estos cinco pecados que casi todos arrastramos.
EUFORIA, ARDOR
Cada mes pasa lo mismo. Te ingresan la nómina y pasas de pobre a rey del mambo en un momento. Y ya quieres empezar a gastar... ¡Eh, me voy a comprar ese videojuego que ha salido nuevo! ¡Voy a cenar a ese sitio que está de moda y que soy el único que no ha probado! Para cuando te has espabilado, tu cuenta bancaria vuelve a bailar sobre límites incómodos. Cuentan las malas lenguas que te pasa lo mismo con cualquier ingreso extra, bonos, pagas, regalos de familiares en cuanto llegan, te los ventilas.
PEREZA, VAGANCIA
Llega el típico domingo de mal tiempo y decides pasar el día en casa… bajo la manta. ¿El resultado? Excursiones cada dos por tres al frigorífico, la luz de la cocina encendida, la calefacción a tope… y la guinda: comida a domicilio. Qué sentido tiene ponerse a cocinar cuando tienes tu restaurante preferido a golpe de dedazo en tu smartphone.
Conclusión: por el mismo precio podías haberte ido de fin de semana a la Costa del Sol, que allí sí lucía el astro rey.
En cualquier caso, sabes que tras ese domingo llega un lunes tan perezoso o más… Darse de tortas en el metro por un centímetro cuadrado con un tipo desagradable tosiéndote encima no parece nada apetecible cuando podrías estirar las piernas en un Cabify y humedecer los labios en agua encartonada y con tapón vegetal, obvio.
¿Y por qué no preguntas a tu bolsillo su opinión? No le das un respiro al pobre. Vamos a hacer un experimento: desempolva los cacharros de la cocina, prueba a ir en autobús al trabajo caminar no siempre provoca úlceras, por cierto no pidas comida a domicilio esta semana. La pereza te cuesta dinero. Y lo sabes.
GULA, GLOTONERÍA
Por supuesto, tú eres de los que no pueden ir a la oficina sin antes hacer una parada reglamentaria en la cafetería de turno: cafecito, tostada con tomate, zumo de naranja y botella de agua. Así sí puedes empezar el día.
Pero, ¿qué tal si te levantas un poco antes y desayunas en casa? ¿Y si te llevas un termo en lugar de gastar para tres cafés al día? ¿Que tampoco es un gasto excesivo?
Saca la calculadora y vete sumando cada centavo que te dejas en cafeína.
DESORDEN, POCA PLANIFICACIÓN
No planificar la semana incurre en más gastos. Nos referimos en cuanto a calibrar la dieta semanal.
Hasta que aprendes a medirte, conocer tus tiempos y experimentar con ingredientes, tiras una cantidad hiriente de comida. No sé en qué momento te pareció buena idea comprar cinco kilos de patatas si te vas pasado mañana de vacaciones. ¿Recuerdas que te dio pereza hacerte una ensalada rápida el otro día? Los tomates ahora están blandos y los vas a tirar a la basura. Tienes un tarro en el frigorífico que tiene más años que tu sobrino. El cajón de las bolsas de plástico está a rebosar porque siempre olvidas llevarlas al supermercado y has tenido que volver a comprarlas.
Escenas típicas que te has encontrado alguna vez por culpa de no afinar esa visión estratégica.
AUTOENGAÑO, FANTASÍA
Para lo que sí creemos tener una visión impoluta es para detectar gangas. Suele pasar cuando hacemos frente a una inversión importante en algo realmente útil y necesario: un portátil para trabajar, un móvil potente, un coche nuevo. Ahí es cuando creemos encontrar ofertas buenísimas.
¡Ay, pero nada más lejos de la realidad!. Al cabo de un año, el portátil reacondicionado por el que te ahorraste 100 Dolares te empieza a dar problemas de batería y lo que te ahorraste en el coche nuevo te lo estás gastando ahora en combustible... ¡Chapeau! A veces, comprar barato equivale a comprar dos veces.